lunes, abril 11, 2005

Su

No era la primera vez.

Sentía los músculos tensarse fuertemente. Cada paso que daba le adentraba más en un lugar del que sabía era dificil salir. El sitio, la densidad del aire, el olor, el sonido... todo era igual que las otras veces.

Rodeó los cuerpos arremolinados en el suelo, unidos en un escorzo dificil, imposible... sensual, apetecible... y abandonó a su izquierda la pálida luz. El ruido desaparecía y volvía dependiendo del ritmo de su respiración.

Enjuagó su rostro en el agua, se miró en el cristal de la ventana y sumergió sus labios en sal. Sus manos no necesitaban sal... sus ojos no necesitaban sal, su piel no necesitaba sal. Sus labios sí.

Trenzó sus dedos entre los cabellos que caían por su espalda, acariciando la piel de su cuello, respiró profundamente tranquila, con la sensación de paz que sólo ella sabía regalarse. La palida luz ya no es tan pálida.

El dolor es tan parecido al placer que busca los límites constantemente. ¿Límites? ¿Dolor? ¿Placer?... Sus ojos cerrados, su piel erizada, sus manos firmes aferrando el trozo de cristal.

Su sexo húmedo, abierto... sus labios mordidos, su piel arañada, dibujada como un lienzo, sin tinta.

Sólo cristal, piel, alguna gota de sangre tímida... ella, su dolor, su placer.

No sería la última vez.

No hay comentarios: