martes, enero 08, 2008

Miedo

Porque no sabría perderte hoy. Ayer tal vez, con los ojos tibios podría haberte perdido. O mañana con la paz de tus ojos azules en mi regazo. Tal vez mañana sepa perderte, pero no hoy.

Nunca supe dormir. Y me refugiaba en la oscuridad de los pasillos que escalonaban la casa, intentaba olvidarme del insomnio en cada resquicio en cada rincón, y sin embargo sabía que tus manos fuertes estarían allí para encontrarme. Si mi voz se helaba, si mi garganta se secaba de tanto gritar, si el dolor venía o si mi alma se escarchaba por ausencias o presencias que no sabían anidarme.

Tú, fuerte y oscuro. Cálido y errático. Tú, único y febril. Caballero andante en un nido de mujeres anárquicas y soberanas, mentirosas y sibilinas, dolorosas y entregadas, siempre apasionadas. Y tus manos y tu paz... y nuestras manos y nuestro corazón...

Permíteme que te arranque las ganas de saber, y que me las arranque del pecho este día gris y ópaco como nuestros ojos hoy, los tuyos no... tan azules siguen queriendo saber. Yo no. Yo no quiero ver más allá de tu espalda cuando caminas y te veo partir. Hoy sólo quiero sentir tu mirada fija en mi pelo, tu sonrisa en el rostro curtido de años y vidas, cada vez que salgo por la puerta.

Déjame abrazarte las ganas de vivir y permíteme la desesperación hoy. La debilidad.