jueves, abril 07, 2005

Depurando

Y dejó todo.

Hundió su garganta podrida de gritar en el silencio más imponente que nadie imaginó. Cosió sus labios con el alambre más grueso que encontró en la caja de herramientas, que alguien dejó olvidada junto al recuerdo y a la autocompasión. Y brotó sangre.

Brotó mucha sangre. Sangre que resbaló por su cuello, por el interior de su boca, por sus brazos, manchó sus pechos, su sexo, su alma... tanta sangre que se vistió de un negro rojizo, luto gratuito, luto voluntario, luto innecesario.

Con una navaja oxidada cortó el cabello, que ahora caía al suelo mezclándose con la sangre cada vez más seca. Con la punta de metal hizo veinticinco cortes en su cabeza, en su rostro, en sus brazos, en sus piernas, en las plantas de los pies.

Depuró su sangre oxigenándola con el aire que la rodeó y rodeaba.

Dejó todo y se marchó.

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