martes, abril 26, 2005

Estación

No sabía que hacer. Llevaba unos minutos parado en la estación pensando en la manera tan estúpida en la que se había torcido todo aquel día.

Las luces de las farolas se empezaban a convertir en el único referente de su estrecho horizonte. Si le hubieran preguntado qué miraba tan fijamente, no habría sabido contestar. Se perdía entre la luz y la sombra, entre lo real y sus fantasias, entre aquel día que terminaba o el que empezaría en menos de dos horas.

Dejó caer sus brazos a ambos lados del cuerpo, comenzando una leve oscilación en la que concentrarse para no volver a mirar el reloj. Había gente esperando, el tren no debía tardar mucho... incluso en algún momento del trayecto en coche hasta la estación pensó que llegaría tarde, y sin embargo le sobraban interminables minutos antes de que el bullicio se adueñara de los andenes.

Sacó un caramelo del bolsillo, le quitó el envoltorio de forma atropellada y lo metió en su boca. A los cinco segundos ya lo había partido entre sus dientes y comenzaba a jugar con los pedacitos de cristal dulce. Estaba tratando de contarlos cuando anunciaron la llegada del tren.

Nervioso, fijó la vista en las puertas que se abrían.

Familias. Hombres. Parejas. Mujeres. Todos ellos salen del tren, y esperados o no, se alejan hacía el exterior de la estación con gesto agotado.

Él mientras, observaba a toda esta gente de manera minuciosa, mirando frecuentemente hacia un vagón solitario del que nadie más saldría esa noche. Metió las manos en sus bolsillos jugueteando con el envoltorio del caramelo y se marchó a casa.

Mañana sería otro día.

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