Volví, tiñéndome las manos de ausencia de nuevo. Acurrucando los recuerdos contra el pecho mientras repito en voz baja los nombres de las personas que se me caen de los bolsillos. Y ya no me quedan lágrimas que destinar a la distancia, las he ido almacenando en botellas de vidrio azul, para poder bañarme en ellas alguna noche de otoño. Y me siento vieja, cansada, hastiada, desvencijada como uno de los cajones de aquella cómoda, en los que mi abuela guardaba sábanas de hilo bordadas que nunca llegó a utilizar. Volví, y cada paso, cada curva en la carretera se vuelve tibio, me vuelve tibia.
Y sigo repitiendo palabras recortadas de alguna fotografía en blanco y negro.