lunes, junio 06, 2005

Úbeda

Me reí tanto. Sentí que los ojos se llenaban de lágrimas de risa... de alegría.

Hacia mucho tiempo que no nos juntábamos todas simplemente para vernos, para reir como antes, para hablar como si no hubieran pasado los años. Muchas veces sin palabras, con esas miradas que dicen todo, con la media sonrisa... con el gesto mezquino, perverso, sádico, risueño, burlón... que sólo nosotras sabemos compartir.

Las confesiones en el coche, las risas... las miradas de asombro intuidas sin apartar la vista de la carretera. El Hospital de Santiago buscando algo de sombra que nos dejara respirar, una nueva reunión, abrazos, nervios, como niñas... como las que eramos, como las que somos...

El desayuno. Los planes del viaje. La cara de asombro. Los descubrimientos. Todo lo que pasó este tiempo y no nos dimos el tiempo suficiente para contar. Ahora era el momento.

El calor asfixianté. Las cuestas. El anciano en el portal. Arte en estado puro. Las cervecitas. El almuerzo con una familia encantadora (gracias), algunas lágrimas en una habitación del fondo. Más sonrisas, tantas que con ellas inundamos la ciudad.

Risas, nervios y algún que otro salto cuando Nadal se tiró al suelo. Granizadas de limón y medio centenar de locuras, tonterias, chistes malos sin terminar por las carcajadas.

La despedida, los besos, los abrazos, los "nos debes una", los "no dejes que te hagan daño", los "te merecias ser feliz", los "en agosto en Granada", los planes, las ganas de no volver a permitir que el tiempo nos rompa...

Un día que enmarcaré eternamente.

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