Durante un instante apagué mi mente.
Dejé los pensamientos aparcados en las piedras que separan la ciudad de la playa.
Sin moverme senti mis pies descalzos recorrer la arena, acercarme a la espuma que las primeras olas arrojaban.
Volé con mis ojos abiertos por las ondas que el mar dibujaba. Besé el océano y guardé en mis labios el sabor salado.
Sonreí tanto y tan intensamente que aun ahora me cuesta sacar la arena de los resquicios de mis sueños.
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