Quito los zapatos, el pantalón, la camiseta, la ropa interior.
Abro el grifo del agua caliente hasta que el vapor llena la habitación, y no consigo ver mi reflejo en el espejo.
Retiro el colgante de mi cuello y lo dejo en la repisa, junto al reloj.
Abro el grifo del agua fría ligeramente, muy poco... lo justo para no abrasar mi piel al primer contacto.
Meto una de las piernas en la bañera y luego la otra, dirijo el agua por cada parte de mi cuerpo, primero ascendiendo por la piel seca... y luego descendiendo por la piel ya húmeda. Me encanta el agua resbalando por mi rostro.
Prolongo excesivamente las sensaciones que me inundan, la espuma, el olor del jabón y mis manos continuan con el ritual. Cierro los ojos y pienso en su presencia junto a mí... los abro y me obligo a cortar el agua.
Me deslizo fuera de la ducha, liada en una toalla. No me veo en el espejo. No quiero verme...
Seco mi piel, deteniéndome en cuatro gotas sobre mi pecho, con la punta de mi dedo disperso el agua por ese trocito de piel... sonriendo, pensando en nada o quizás pensando en todo.
Ahora la ropa, el peine, la espuma para el pelo, el maquillaje, ... el espacio compartido, social, predefinido, los otros, los demás, lo que debió ser, lo que no fue, lo que será, los disfraces, el esconder mi desnudez, mi realidad, lo que soy, lo que quiero ser, lo que no me importa ser, ...
¿Por qué?
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