Cae una gota en la copa, y tu no notas su sonido al caer ni su aroma.
Caen dos gotas más y el olor del vino rojizo comienza a embriagarte.
Cae otra gota pero tu conversación es tan animada que no notas que la copa esta medio llena.
Y caen tres gotas más, justo al tiempo que te das cuenta que la copa puede derramarse, pero no impides que el camarero deje de servir el vino.
Apartas la mano y ves que el liquido que deseas en tus labios ha impregnado el mantel hasta tocar tus dedos.
No importa... sólo te llevas el dedo a la boca y saboreas el vino en tu piel, cerrando los ojos.
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