Salió a pasear, cerró con un portazo y comenzó su huida.
Todos hemos necesitado escapar alguna vez... ella probablemente vivía escapando sin mirar atrás, sin acordarse de las personas que cada segundo iban haciéndose dueñas de su pasado.
Y ese día decidió olvidar, como siempre... y se olvidó de los hombres que la hicieron feliz en alguna ocasión, olvidó la gente que le sonrió por la calle, los amigos que nunca la comprendieron y aquellos que la aceptaron sin preguntar... se olvidó del dolor, del placer y de la mentira, de su familia, de las personas que nunca la conocieron y la juzgaron, de los días en que no quiso olvidar...
Caminaba sin pensar en nada, mientrás el arca de sus recuerdos se iba vaciando poco a poco... y yo la envidié, porque ella era libre como nadie sería jamás.
No dejaba de caminar, ahora con la mirada perdida... porque el olvido sepultaba todo a su paso; el miedo empezó a asolarla, pero de repente se olvidó de temer... miró sus manos... sus piernas y olvidó que le pertenecían, no recordó como se caminaba dejándose caer en mitad de la calle.
Cuando la ambulancia llegó era tarde, había olvidado respirar. Yo dejé de envidiarla...
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