(Escrito sentada en la moqueta de la terminal del Aeropuerto Ezeiza)
Hay dìas en los que es mejor no levantarse... o mejor no despertar.
6 de Agosto. Hoy es uno de esos días.
Resaca al abrir los ojos, dolor de cabeza al volver a cerrarlos. La habitación que no deja de moverse y yo sin saber como pararla. Él... dormido, a veces se despierta y me mira, leo en sus ojos que no está mejor que yo.
Pausa. Por un instante la resaca se esfuma. Besos, caricias. Placer y alguna despedida velada.
Me levanto. La habitación ahora da más vueltas y emite un ligero zumbido. Él se despierta peor. No aguanta de pie... yo definitivamente tampoco.
Algunas horas de sueño abrazados. Despedida cercana. Pasear con aire frio (lo voy a extrañar), de la mano. Vuelta. Agua caliente en mi espalda y en la suya.
Maletas, Sangre. Trayecto hasta el aeropuerto entre besos con adios en los labios.
Maleta sin sobrecargo (temia lo peor), despedida larga... algún "te quiero", algún "y yo a vos". Y los dos sabiendo que enero está excesivamente lejos.
Pasos que me alejan definitivamente. Sellado del pasaporte y media hora antes de embarcar una voz por megafonía burlándose de mi de nuevo. Vuelo retrasado 5 horas.
Son las 23h y hasta dentro de 3 no sale mi vuelo ¿Se puede estar tan cerca y tan lejos a la vez? Sí, se puede...
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