Hoy no me habléis. Dejad que mis palabras se adueñen del silencio de mi habitación, que dibujen libres en las paredes, con sus atormentados huesos, y la sangre brotada de mis vísceras, más allá de cualquier sentimiento.
Hoy no me habléis. Arrojad de mis oídos, la tortura constante en la que se ha convertido vuestra voz. No quiero mas sonido, que el que mi alma emana, ni mas canción que la que mi corazón destruyó.
Hoy no me habléis. No me traigáis recuerdos, ni sonrisas, ni besos, ni amistad, ni amor... ni más mentiras. No vengáis a llamar a mi puerta, contándome lo bello que es el amanecer, no me traigáis regalos, no me regaléis vida.
Hoy no me habléis. Tratad de olvidar que tengo alma o alguna vez la tuve. No os culpéis por no conseguir que mi corazón lata al ritmo de vuestra sinfonía; dejad que se pare, que se hunda, que estalle, que enferme, que sangre... en mi propio silencio.
Hoy no me habléis. Continuad vuestro camino, sin mirar el mío. No os crucéis conmigo, ni piséis las fronteras que levanté entre mi mundo y el vuestro, no las toquéis; mantened vuestras manos lejos de las mías, no acariciéis mi dolor, no intentéis sanarlo, no os he pedido bálsamos.
Hoy no me habléis. Abandonad el deber de ayudarme, entre las bolsas de basura en un callejón oscuro. No quiero salvación ni auxilio, no quiero paz ni descanso.
Hoy no me habléis, porque no soy quien pensáis. Cerrad los ojos al mirarme durante un tiempo, el tiempo necesario para despertar, dirigirme a vosotros y deciros: ahora habladme ahora.
Hoy no me habléis. Arrojad de mis oídos, la tortura constante en la que se ha convertido vuestra voz. No quiero mas sonido, que el que mi alma emana, ni mas canción que la que mi corazón destruyó.
Hoy no me habléis. No me traigáis recuerdos, ni sonrisas, ni besos, ni amistad, ni amor... ni más mentiras. No vengáis a llamar a mi puerta, contándome lo bello que es el amanecer, no me traigáis regalos, no me regaléis vida.
Hoy no me habléis. Tratad de olvidar que tengo alma o alguna vez la tuve. No os culpéis por no conseguir que mi corazón lata al ritmo de vuestra sinfonía; dejad que se pare, que se hunda, que estalle, que enferme, que sangre... en mi propio silencio.
Hoy no me habléis. Continuad vuestro camino, sin mirar el mío. No os crucéis conmigo, ni piséis las fronteras que levanté entre mi mundo y el vuestro, no las toquéis; mantened vuestras manos lejos de las mías, no acariciéis mi dolor, no intentéis sanarlo, no os he pedido bálsamos.
Hoy no me habléis. Abandonad el deber de ayudarme, entre las bolsas de basura en un callejón oscuro. No quiero salvación ni auxilio, no quiero paz ni descanso.
Hoy no me habléis, porque no soy quien pensáis. Cerrad los ojos al mirarme durante un tiempo, el tiempo necesario para despertar, dirigirme a vosotros y deciros: ahora habladme ahora.
**** Lo escribí hace tiempo... hoy durante unos instantes me volví a sentir así. Ya no... demasiada gente ilumina mi cara con trocitos de sonrisa.
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