miércoles, noviembre 11, 2015

Pertenencia

Hoy, mis manos acarician sin arañar. Sin perderse en la furia ni en la ferocidad de mi alma. No hay laberintos, no hay invierno, ni hojas muertas y secas que crujan al caminar. Mis manos son tuyas, los dedos bailan en tu piel sin más pretensión que sacudir el mundo de hierros retorcidamente oxidados, de trozos de cristal ensangretados y de lágrimas tatuadas en pechos que nos hicieron gritar y despues huir.
Me has hecho tuya y ni siquiera te has dado cuenta. Tan diminuta y tan arrebatadoramente grande...

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