Se marchó.
Tomó un vuelo camino a su nueva vida y marchó. Caminó deprisa, besando cada paso, devorándolo, casi de una forma lujuriosa. Se marchó en busca de aquello que había perdido. Buscó sobre cada banco del parque, la piel que no latía junto a su cuerpo. Buscó en cada orilla los besos que ya no sabían a nada. Buscó en cada abrazo, algo que le recordará su existencia.
Tomó lo que le dieron y dió lo que tenía. No miró las fotos de la pared, ni buscó más mentiras en la alfombra que piel con piel y labios encontrados. No escuchó canciones de amor, ni rezó por el día siguiente, ni brindó por el futuro. Vivió atropelladamente y fue feliz.
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