Las sombras se mueven por la calle, agachando la cabeza al descubrir miradas comunes. Asesinando las últimas horas de la tarde. Arrojando al otoño la piel de las frutas marchitas.
Los árboles se deshacen, testigos fieles de las horas que se agotan, y la luz se vuelve tibia para abrazar la paz de octubre.
Y yo.. que hoy algo más triste que ayer, o tal vez más consciente... no tengo ganas de caminar vencida ni tibia, ni de arrastrar mis pasos por esa alfombra de hojas que me regala el otoño, me arrojo a los brazos de la música y los recuerdos.
sábado, octubre 15, 2011
martes, octubre 11, 2011
Hoy
Hoy quiero besar tus manos, mientras dibujo tu sonrisa en mi pecho. Arrebatarle el deseo a mis piernas y regalártelo enredándome en las tuyas.
Hoy quiero besar tus labios y tu espalda, encadenarme a tu cuerpo y arañarte la vida con mis dientes.
Hoy te quiero más que nunca.
Hoy quiero besar tus labios y tu espalda, encadenarme a tu cuerpo y arañarte la vida con mis dientes.
Hoy te quiero más que nunca.
domingo, septiembre 25, 2011
Sonámbula
Loca, inútilmente ajena. Perdida, cargada de palabras y pasos que se quedaron sin caminar. Rota, sonámbula. Paseando y arrancando trozos de pared con los que construir mi silencio.
Mojada, con sonrisas vagas y la piel estéril. Traviesa, arrebatada, estúpida.
Otra noche mas...
martes, septiembre 13, 2011
Expectante
La ventana, empañada. Y yo al otro lado mirando expectante.
¿Expectante? Harta... cansada de mirar y mirar, y lanzar piedras al río para ver el dibujo sobre el agua. Nada... no ocurre nada. Mañana volveré a tirar piedras que caerán como una losa hasta el fondo y un día, pasará... llenaré el río de piedras, de losas y se quedará seco como yo. Inerte. Muerto.
Y las piedras... qué haré con esas piedras? Mañana tal vez construya un puente desde el que arrojar ese mañana que nunca llega. Esa esperanza desesperanzada, lastrada por mis propias ansias de ilusionarme, por la maldita costumbre de darme de bruces con una realidad más terca que yo.
Una realidad podrida, sucia, una realidad... real.
Y odio el cristal de esa ventana que se empaña, y la mirada triste que me devuelve mi reflejo en él. Y odio la verdad oculta detrás de cada esquina, esa verdad que acaba apuñalándome las sienes cuando intento soñar.
Tengo tanto miedo a que la vida sea esto... que empiezo a asustarme de las pocas ganas de descubrirlo que tengo.
¿Expectante? Harta... cansada de mirar y mirar, y lanzar piedras al río para ver el dibujo sobre el agua. Nada... no ocurre nada. Mañana volveré a tirar piedras que caerán como una losa hasta el fondo y un día, pasará... llenaré el río de piedras, de losas y se quedará seco como yo. Inerte. Muerto.
Y las piedras... qué haré con esas piedras? Mañana tal vez construya un puente desde el que arrojar ese mañana que nunca llega. Esa esperanza desesperanzada, lastrada por mis propias ansias de ilusionarme, por la maldita costumbre de darme de bruces con una realidad más terca que yo.
Una realidad podrida, sucia, una realidad... real.
Y odio el cristal de esa ventana que se empaña, y la mirada triste que me devuelve mi reflejo en él. Y odio la verdad oculta detrás de cada esquina, esa verdad que acaba apuñalándome las sienes cuando intento soñar.
Tengo tanto miedo a que la vida sea esto... que empiezo a asustarme de las pocas ganas de descubrirlo que tengo.
sábado, mayo 14, 2011
Incoherencia
Incoherencia. Las palabras largas, técnicas, extrañas, retumbando en medio de la nada. Los oídos sordos, huecos, vacíos. Las risas lejanas, la paz en la bolsa de la basura donde van las cosas que no se llegan a decir a tiempo.
La cal que nos sella los párpados, mientras el miedo nos destrona y nos deja pérdidos en cualquier rincón.
Y las manos que se estremecen porque no saben hacer nada, porque no saben arreglar nada, porque no saben sanar.
La cal que nos sella los párpados, mientras el miedo nos destrona y nos deja pérdidos en cualquier rincón.
Y las manos que se estremecen porque no saben hacer nada, porque no saben arreglar nada, porque no saben sanar.
lunes, abril 25, 2011
Huída
Los pies se anudan, luego las manos y el alma vaga por las calles como si no tuviera ningún rincón en el que cobijarse.
La sal, las palabras... las miradas extrañas, que torpes se estremecen entre las arrugas de los días que ya no regresarán. Ni vencejos, ni golondrinas que nos esperen en la calidez de las marismas. Ni sueños ni mentiras en las que creernos al crecer. Y la suerte pródiga como los vientos de mi tierra, que vuelven a golpearnos rítmicamente la sien.
Y los años que como un manto de polvo nos sepultan en esquinas independientes, que nos voltean el rostro buscando ausencia. Los dientes apretados, mascullando canciones tristes, ronroneando entre la soledad del amanecer. Y los pies vagabundos que se anudan entre los callejones vencidos, buscando el alma que se le escapó.
La sal, las palabras... las miradas extrañas, que torpes se estremecen entre las arrugas de los días que ya no regresarán. Ni vencejos, ni golondrinas que nos esperen en la calidez de las marismas. Ni sueños ni mentiras en las que creernos al crecer. Y la suerte pródiga como los vientos de mi tierra, que vuelven a golpearnos rítmicamente la sien.
Y los años que como un manto de polvo nos sepultan en esquinas independientes, que nos voltean el rostro buscando ausencia. Los dientes apretados, mascullando canciones tristes, ronroneando entre la soledad del amanecer. Y los pies vagabundos que se anudan entre los callejones vencidos, buscando el alma que se le escapó.
domingo, abril 24, 2011
Lluvia
Llueve... la ventana se empaña y no deja de llover. Los pies se arrastran descalzos por la madera. Las sienes golpeadas por este zumbido amargo de la soledad.
Llueve. Y la mirada buscando la cal y la arena que los minutos me dan. Los ojos marchitos, buscando, burlando las palabras cálidas como mis labios rotos.
Y la tibieza abúlica en la que se mojan mis manos, la añoranza absurda de las risas a destiempo, la alegría sonámbula sin cárceles ni ataduras.
Y hoy no me arrojo al mar de la soledad. Ni me araño la vida por dentro...
Llueve y me da igual.
Llueve. Y la mirada buscando la cal y la arena que los minutos me dan. Los ojos marchitos, buscando, burlando las palabras cálidas como mis labios rotos.
Y la tibieza abúlica en la que se mojan mis manos, la añoranza absurda de las risas a destiempo, la alegría sonámbula sin cárceles ni ataduras.
Y hoy no me arrojo al mar de la soledad. Ni me araño la vida por dentro...
Llueve y me da igual.
miércoles, marzo 23, 2011
Escalera
Escalones.
Peldaño tras peldaño.
Abulia. Dame agua, o sal, o aráñame los párpados con imágenes castrantes.
Besa mis lágrimas, bebételas, o simplemente písalas sobre la hierba ahora menos seca.
Quítame la paz, la memoria triste y marchita, las fotos amarillentas, las canciones, las mareas que me mojaron los pies, la vida...
Tómame del brazo y camina, caminándonos, o perdiéndonos en las palabras tristes que murieron y resucitan hoy un poco más viejas.
Escala por mi pecho, por los lunares de mi espalda, por las piernas tibias y anudadas.
O simplemente date la vuelta y déjame seguir subiendo.
Peldaño tras peldaño.
Abulia. Dame agua, o sal, o aráñame los párpados con imágenes castrantes.
Besa mis lágrimas, bebételas, o simplemente písalas sobre la hierba ahora menos seca.
Quítame la paz, la memoria triste y marchita, las fotos amarillentas, las canciones, las mareas que me mojaron los pies, la vida...
Tómame del brazo y camina, caminándonos, o perdiéndonos en las palabras tristes que murieron y resucitan hoy un poco más viejas.
Escala por mi pecho, por los lunares de mi espalda, por las piernas tibias y anudadas.
O simplemente date la vuelta y déjame seguir subiendo.
sábado, enero 08, 2011
Café
Un sorbo y las manos confusas, buscando anudadas bajo la piel. Y los pasos cansados por el pasillo, las palabras taladrando los cristales de las ventanas desde las que miro y no veo.
Otro sorbo y las canciones sonando tibias, lejanas, acostumbradas a morir en mis oidos como el ronroneo de los labios al besar.
Pies de barro y pasos de metal.
Otro sorbo, y otro y otro más. Hasta el final, hasta la muerte errante, hasta la podrida ausencia de dolor y de felicidad.
Arrastrándome. Aplastándome. Asfixiándome. Torturándome.
.
.
.
.
.
.
Y en el poso del café tu sonrisa que me devuelve la vida de nuevo.
Otro sorbo y las canciones sonando tibias, lejanas, acostumbradas a morir en mis oidos como el ronroneo de los labios al besar.
Pies de barro y pasos de metal.
Otro sorbo, y otro y otro más. Hasta el final, hasta la muerte errante, hasta la podrida ausencia de dolor y de felicidad.
Arrastrándome. Aplastándome. Asfixiándome. Torturándome.
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Y en el poso del café tu sonrisa que me devuelve la vida de nuevo.
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