Hoy los colores se degradan perdiéndose entre el ruido de los coches y el golpe seco del granizo sobre los buzones.
Los paraguas abiertos y el gesto apurado de los rostros, contrasta con mis ansias de romper estos muros de cristal y mojarme hasta derretirme en uno de los mil charcos en los que hoy se ha convertido el suelo de Granada.
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